La sirvienta agarra por el cuello al viejo millonario inválido. Entre los radios de las ruedas, se adivina el reflejo de un reloj de oro, una mano masculina escondida tras las cortinas de raso. El minutero indica directamente a la bocallave de la puerta, por la que la joven heredera espía la escena mascando chicle. No se percata que, detrás de ella, le apunta su hermanastro mayor con el cañón de una Beretta, de incrustaciones en la culata pero sin balas. El primo de ambos, escondido entre las barandillas de la escalera, sonríe y lo enfoca con el objetivo de su móvil, mientras en la mansión de enfrente, el vecino, bibliófilo y observador de estrellas, calibra con su telescopio de precisión la secuencia del saloncito azul, en el que, de la mano del viejo millonario inválido, caen unos prismáticos sobre las páginas de un tratado medieval alfonsí.
(Incluido en la Microbiblioteca Esteve Paluzie, 2024)